Estrellas.
Click, clack, hacían las piedrecitas, al rebotar contra el cristal de la ventana. Siempre era asi, por muchas piedras que tirase Grisam, aquel cuadrado de vidrio jamás se rompía. Click, clack, una después de la otra. Después venían los susurros, apagados. -Vi... Vi! Sal ya, pequeña bruja perezosa! La ventana se abrió, y una malhumorada Pervinca sacó la cabeza. Su pelo, de un color canela anaranjado, estaba revuelto. Su pecosa nariz, arrugada, y sus ojos grises echaban chispas. - Déjame dormir, Grisam Burdock! Esta noche no salgo! Pervinca era perezosa, y no soportaba que la despertasen. Algo que, desafortunadamente, sucedía con facilidad, ya que era de sueño ligero. El chico bajo la ventana soltó una carcajada. Aquella frase se repetía de noche en noche, y la chica siempre terminaba por ceder. - No me hagas subir hasta ahi, Vi Periwinkle. Ya sabes que me basta con cerrar los ojos y...- dijo Grisam, burlón, elevándose unos céntimetros del suelo. Pervinca soltó un resoplido de irritación, y, adentrándose de nuevo en la habitación, pescó un viejo y gordo jersey que yacía sobre la silla sobre la que, cada día, ella depositaba su ropa, demasiado vaga para ordenarla. Reapareció junto a la ventana apenas unos segundos después, se echó el jersey sobre el pijáma de cuadros, y se encaramó a la ventana. Grisam la observaba, divertido, mientras ella se elevaba y caía, despacio, para terminar aterrizando a su lado. - Ala, ya estoy. Contento? Pervinca tenía una ceja levantada y una expresión de malhumor tan cómica, que Grisam no puedo evitar reirse. - No, la verdad. Estás horrible, con esos pelos. Ella rió y se pasó las manos por el corto cabello, despeinándose aún mas. - Y bien, Grisam. Ahora me dices para que me has sacado de la cama, a estas horas de la noche... - ¡Si apenas son las doce! -... Sin respetar mi sueño, ni el de mi hermana! Habían comenzado a caminar, algo que ya era rutina, alrededor del pueblo. Pervinca habría preferido volar, pero a Grisam le gustaba caminar. Decía que el pueblo era más bonito desde aquella perspectiva. Pasó uno de sus brazos alrededor de los hombros de la chica, que se dejó hacer. - Sabía que no iba a despertar a Vainilla, Vi- dijo Grisam, con una sonrisa, refiriendose a la hermana gemela de Pervinca- Esa chica duerme como un lirón. Y en cuanto a ti, ¡Me gusta molestarte! - Eres malvado, Grisam Burdock. Malvado. Pervinca sacudía la cabeza, pero estaba sonriendo. - Eh, deberías andarte con cuidado, Periwinkle. ¡Te recuerdo que estás hablando con tu Capitán! Ella sacó la lengua y soltó una carcajada. - Oh, a alguien se le ha subido la fama a la cabeza, por lo que veo. Tendríamos que rehacer unas elecciones. - ¿Ah, si? ¿Y crees que alguíen te votaría a ti, a la chica que siempre deja la puerta de la caseta abierta? La caseta era el museo que Vainilla, Pervinca y Grisam, junto con todos sus demás amigos, cuidaban. Eran una banda; la banda del Capitán, nombrada asi en honor al grán capitán William Talbooth, que había fallecido hacía unos años. La banda había elegido a Grisam como su nuevo Capitán, y el chico se comportaba de manera excelente. ¡Era el líder perfecto! -Pues si! -replicó Pervinca, dolida- Sería una capitána fantástica. No perdería el tiempo con chiquilladas! - ¿A que te refieres con chiquilladas? - Te recuerdo, Grisam, que ayer nos pasamos la tarde intentándo recuperar la cometa de Melisa Buttercup, que se había quedado enganchada en un árbol. ¡Y no dejaste que Babú volase hasta el árbol!- Babú era el apodo de Vainilla. Se lo había puesto Pervinca cuando, nada más nacer su hermana, había gritado, enfurecida, ¡Babú! El nombre perduró. - Habría resultado demasiado fácil... Además, rescatar cometas el una buena acción. ¿ No te gusta hacer buenas acciones, Vi?- el chico, con una sonrisa burlona, la picó. Ella se puso delante de él, con los brazos cruzados. La calle estaba desierta, salvo por algunos gatos vagabundos. La primavera había llegado, y con ella, los capullos en flor y las ráfagas de viento cálidas. Era una noche silenciosa y estrellada. - ¡Claro que me gusta! -replicó la bruja, entre irritada y divertida- Yo soy muy buena. Ya lo sabes. - ¡Ja! Permíteme dudarlo. -dijo él, acercando su nariz a la de ella. Pervinca se sonrojó; ella, la chica que jamás se sonrojaba, no podía evitar que sus mejillas adquiriesen áquel molesto tono rojo cada vez que el se acercaba demasiado. -Vi...- susurró el, sus ojos azules clavados en los grises de ella. Podía sentir su aliento en la cara, y olía a flores, y a pasta de dientes mentolada. Pervinca alzó la barbilla con timidez, algo nada propio en ella. Y, suavemente, sintió como los labios de él rozaban los suyos. Un roce, apenas. Se separaron enseguida, ella, ruborizada y con los ojos brillantes. Él, con una sonrisa orgullosa y el flequillo revuelto. La jóven bruja recuperó enseguida la compostura, queriendo borrar a toda costa la imágen de chica enamorada que debía de haber dado, apenas unos segundos antes. - Tendrías que haberme pedido permiso antes de haber hecho eso, Grisam Burdock. Grisam soltó una sonora carcajada. - ¡Entonces me habrías dicho que no! Y yo me habría quedado con las ganas, querida. - Ya, ya... ¡Te burlas de mi! - Vinca! No seas boba. Claro que no me estoy burlando de ti. ¿De verdad crees que te habría besado, si mi intención era burlarme de ti? Visto así, se dijo Vi, intentando no sonreir. Resopló. - Me vuelvo a casa, Gri. ¿Hablámos mañana? Él asintió, sonriente. Había crecido tanto, estos últimos meses, que tenía que bajar la la cabeza para
mirar a la bruja.
Ella sonrió, deslizó sus manos dentro de sus bolsillos, y dió media vuelta, silbando.
Grisam la contempló mientras se alejaba, sonriendo.
Nada mas meterse en la cama, Pervinca, con los ojos muy abiertos, se tocó los labios con la punta de los dedos, y pensó que a veces era un poco cruel con Grisam.
Todos los personajes y escenarios pertenecen a la fabulosisima Elisabetta Gnone. La imagen pertenece a Dralamy, en DeviantART.
- Miss Acacia

Magnifico! :)
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